LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Tengo que reconocer que me siento afortunado de vivir fuera de España. Los tiempos que corren son duros y difíciles para los cristianos comprometidos y para aquellas personas que sin ser creyentes sí tienen un sentido de la moralidad acorde a una tradición judeo-cristiana (recomiendo el articulo de hoy de Federico Jimenez Losantos, agnóstico declarado, en Libertad Digital) aquella que fraguó los cimientos de una Europa cuna de la sociedad civilizada, ordenada y floreciente que conocimos no hace mucho y que permitió el reconocimiento de los derechos y libertades de todos los hombres por el simple hecho de serlos.
Los acontecimientos se suceden con mucha celeridad en nuestro país a cual más desesperanzador, a cual más triste. Desde el punto de vista humano la sociedad ha llegado a un punto de laxitud moral que no creo que haya marcha atrás. Sólo una cosa moviliza a la sociedad, el dinero. Eso no se perdona. El que roba debe pagar y con escarnio público. Veía anteayer en los informativos como la gente se agolpaba en las puertas de los juzgados para exigir castigo a los ladrones de las tarjetas black con furibunda agresividad. Loable exigir que restituyan lo robado con tal vehemencia, pero me deprimía pensar que no hay la misma insurgencia social para exigir la libre circulación del autobús de Hazte Oír, voz que clama en el desierto ante la demoniaca ideología de género que la izquierda social quiere implantar con el inestimable apoyo del socialdemócrata PP. Podríamos debatir sobre la redacción del mensaje, pero ¿Dónde queda la libertad de expresión para este colectivo? Es una organización católica por lo tanto la movilización social ni se plantea, son unos fachas, ultras que merecen no existir. Se puede en las televisiones defender ideologías asesinas como ETA, como las FARC, personajes criminales como Lenin o Stalin, Maduro o Castro pero ¿Defender la moralidad cristiana? ¿Defender que existen dos géneros determinados por tu sexualidad morfológica? ¡Eso no! ¡Menuda aberración retrógrada!
Era aterrador escuchar el tono con que David Cantero en el informativo de T5 de mediodía definía a Hazte Oir como ORGANIZACIÓN ULTRACONSERVADORA, su tono destilaba odio, repugnancia, aversión, como si estuviera hablando de una organización asesina; os prometo que nunca lo he oído hablar en ese mismo tono de ninguna asociación proabortista. Toda una muestra más de manipulación realizada desde esta dictadura mediática que actúa sibilinamente incrustada entre el Cámbiame y el Sálvame diario ¡Cuánto daño!
Tampoco he visto esa repercusión social, esa movilización de la gente a las puertas del ayuntamiento de Las Palmas, ni de los juzgados de la ciudad canaria, protestando y exigiendo la rectificación al jurado que dio el primer premio del carnaval de dicha ciudad a un “drag queen” que se mofó de los católicos haciendo una “performance” irreverente de la Santísima Virgen y de Cristo Crucificado. No es cuestión de justicia, ni María ni Jesus necesitan de la justicia humana, Él ya murió en la cruz por aquellos que hoy lo intentan humillar mientras Su Bendita Madre vivía en silencio su dolor a los pies de esa cruz sin exigir nada. Es cuestión de respeto, es cuestión de mostrar que nos importa, que nos duele, que somos capaces de levantar la voz por nuestra Fe, que no nos avergonzamos de ser cristianos… ¿O sí? ¿Consentiríamos estas mofas y humillaciones a nuestra madre o hermanos de sangre? Y no es devolver el golpe, no es actuar con violencia, es pedir que nos respeten ¿Acaso los valientes ateos que no dudan en mofarse de nuestra religión se meten y vituperan a otras religiones? Ellos no lo consienten, nosotros sí. Incluso para ser graciosos y guays compartimos en las redes “memes” con el autobús atacando a la Iglesia.
Este repugnante espectáculo carnavalesco que ofendía profundamente a la Fe católica fue defendido por esos progres incapaces de hacer el mismo escarnio con el Islam, como arte, como libertad de expresión, la misma libertad de expresión que negaban al autobús de Hazte Oír; la fiscalía que sí ve indicio de delito en un autobús porque atenta contra la sensibilidad y el honor de las personas transgénero, no ve sin embargo indicio de delito en el espectáculo dantesco del carnaval canario, debe ser que los católicos no tenemos ni sensibilidad ni derecho al honor. Este es el país en el que vivimos. A esto ha llegado la católica España, a un punto sin retorno de inmoralidad y odio al catolicismo, ante la pasividad de una sociedad anestesiada por lo material, por el aburguesamiento del que me quede como estoy, lo que es aprovechado por una jauría hiperactiva y rabiosa que no parará hasta destruir nuestras creencias. Somos hoy un país donde los derechos y reivindicaciones de un colectivo que no llega a un millón de personas en todo nuestro país están por delante de los de siete millones de católicos practicantes. Se legisla y se educa en función de lo que dice una minoría que representa a penas al 3% de la población con la aquiescencia de una sociedad que piensa que es progresista educar a nuestros hijos en colegios donde los vestuarios y los baños no tengan distinción de sexo y donde se pueda ofender en carnaval o en cualquier otra fiesta a los católicos pero a ninguna otra religión, mientras se pueda tapar la boca desde los resortes del Estado a aquel que piensa diferente.
La Iglesia no odia ni desprecia a nadie, nos ama a todos por igual, Jesucristo murió por todos, heterosexuales, homosexuales, transgéneros o cualquier otra variedad que decidamos sacar del baúl de la modernidad, pero eso no debe implicar que callemos ante el retorcimiento de la verdad, la destrucción de nuestra sociedad o la imposición de lo que opinan aquellos que odian a los católicos… un mensaje de esperanza “Las fuerzas del mal no prevalecerán”