слава україні
No soy historiador, ni siquiera un entusiasta de la Historia que haya leído miles de libros, pero desde muy joven sí he sentido gran atracción por la política, por las ideologías y he intentado averiguar cómo y por qué surgen los grandes sistemas políticos en las civilizaciones y en determinados momentos históricos. El comunismo siempre ha basado su existencia como repuesta a la injusticia de los poderosos contra los más desfavorecidos, una lucha de clases y desde esa loable intención se creó una ideología abyecta, profundamente cruel y que ha dejado una cicatriz imborrable en aquellos países donde han sufrido su sangrienta imposición. Vivo permanentemente en Ucrania desde hace 5 meses pero antes de instalarme definitivamente había venido un par de veces a conocer el país para saber a que me atenía al venir con mi familia aquí, la decisión estaba tomada movido por mi fe católica pero quería saber a que exponía a mis hijos. Lo primero que percibí fue un pueblo orgulloso de ser libre, un sentimiento patriótico envidiable pero a la vez desconfianza, un miedo al extranjero extremado. Rápidamente pude entender por qué. En mi primera visita a Kiev, en la visita turística, nos marcaron dos sitios fundamentales a los que ir para entender la idiosincrasia de este país; uno era "La Lavra" un impresionante monasterio cristiano ortodoxo cuya existencia se data en 1051, lo cual nos habla de un pueblo con una fe profundamente arraigada, el otro era el monumento en memoria de las víctimas del "Holodomor" (en ucraniano matar de hambre). Ambos sitios están prácticamente juntos en una perfecta simbiosis de lo que la asesina ideología comunista robó a este pueblo. Les robó a Dios y les robó el pan, en una maquiavélica tortura con el único fin de doblegar sus voluntades, de transformar a hombres libres en esclavos sin alma. Stalin tiene entre otros muchos grandes logros empapados en sangre y crueldad el haber doblegado a un pueblo orgulloso y rico. Las cosechas de trigo en las mesetas ucranianas son de las mayores del mundo. En el invierno de 1932-33 tras haber implantado el ateísmo en toda la nación y pretender socializar las producciones de trigo e imponer los "koljoz" robando las cosechas a los campesinos, este pueblo se reveló contra la URSS y Stalin decidió matar de hambre a la población. Mas de 7 millones de personas perecieron por la hambruna ese invierno. Otros muchos fueron deportados a Kazajistan u otras repúblicas de la URSS repoblando Ucrania con gente de otros sitios. El comunismo pretendía gente desarraigada, sin historia, sin voluntad, sin Dios y sin familia. Así sometieron a Ucrania. En 1939 cuando Hitler invadió Polonia, algunos ucranianos desesperados vieron en él un liberador por medio del cual zafarse de las garras del infierno comunista, no era simpatía por el nazismo, era supervivencai, pero hubiese sido el mismo perro con distinto collar.
Al final de la guerra un vergonzoso reparto de tierras tras derrotar al nazismo otorgó a la URSS el derecho a seguir esclavizando a entre otros países Ucrania. Todo el mundo hoy está en contra del nazismo y casi nadie discute el Holocausto nazi y sus 6 millones de judíos muertos. Es fácil unirse para destruir la memoria del perdedor. Pero cómo Stalin y su URSS fueron vencedores de aquella guerra, los aliados taparon sus conciencias enterrando en el olvido a los 7 millones de muertos por la hambruna en el "Holodomor". Injusticia y silencio a cambio de paz. Cuando en 1989 ese régimen asesino cae con el Muro de Berlín, las repúblicas de la extinta URSS comienzan una difícil andadura hacia la libertad, que aún hoy dura; hay muchos tics del comunismo difíciles de erradicar en la sociedad: desconfianza, miedo, corrupción, acritud del carácter. Pero también se da el nacimiento de un sentimiento de autodefensa, el nacionalismo exacerbado rayano en la xenofobia, que no es tal, sino defensa de lo propio y rechazo por miedo al que viene de fuera porque su recuerdo es excesivamente doloroso.
Estos días en España, ese país donde todos opinamos de todo, sin tener la más mínima idea de nada, algunos jóvenes analfabetos, exhibiendo su brutalidad y su indigencia intelectual a través de grupos violentos en torno a un equipo de fútbol de un barrio de Madrid, han arremetido contra un jugador ucraniano, Roman Zozulya, como suele hacerlo un comunista: amenazando, insultando, agrediendo y sobre todo mintiendo. Si algo caracteriza al comunismo por definición es que es una gran mentira y un buen comunista debe mentir para imponer su criterio. Zozulya es un orgulloso patriota ucraniano, quizás desmedido en sus formas, quizás enalteciendo demasiado el belicismo, pero cuando tras 25 años de liberación del comunismo, sientes como el país que una vez asesinó a tus familiares quiere de nuevo doblegar tu voluntad y quiere anexionarse territorios de tu país, es lógico que brote un sentimiento nacionalista de defensa de la patria. Hay dos opciones, claudicar y dialogar con los que quieren desintegrar tu país como pretende la izquierda radical en España para las Vascongadas y Cataluña, o unirte para impedir que arrebaten a tu país sus territorios como pretende el gobierno ucraniano y la gran mayoría de la población de Ucrania. Han tenido que aguantar como Rusia se anexionaba unilateralmente y con el silencio cómplice de la ONU el territorio de Crimea. Pero desde las revueltas del Maidan 2014, se han unido, dejando de lado ideologías para preservar la identidad ucraniana del Donbass y defender esos territorios como una parte más de Ucrania, defendiéndolos con su sangre.
Eso es lo que defiende Zozulya, eso es en lo que Zozulya invierte su tiempo y dinero. Podría ser un deportista más sin compromiso, dedicado a vivir plácidamente con el abundante dinero que le proporciona el futbol, que sean otros los que se partan la cara.Él ha preferido mojarse y dar la cara por su país y por los miles de anónimos soldados ucranianos que a diario mueren en Donetsk y Lugansk. La inmunda bazofia comunista perroflauta y podemita de los "Bukaneros" tilda esto de nazismo, nada se puede esperar de despojos sociales que descargan la frustración de su ignorancia revestidos de ideologías asesinas y de una camiseta de futbol. La gente de bien sabe que con mayor o menor exceso, Zozulya, no deja de ser un patriota que ama a su país y que honra la memoria de los millones de inocentes asesinados en aquel tétrico invierno del 33 en el infausto "Holodomor"
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